Había una vez una niña a la que todos querían, especialmente su abuelita que vivía en el bosque. Un día, para el cumpleaños de Caperucita, su abuela le regaló una hermosa capa roja de terciopelo. Tanto le gustó a la niña esa capa que siempre la usaba. De allí en adelante, todos comenzaron a llamarla Caperucita Roja.
Un día su madre le encargó que fuera a la casa de su abuelita a llevarle una rica torta porque la ancianita se encontraba enferma y seguramente se iba a poner muy contenta al ver a la niña.
Le recomendó que no se distrajera en el camino y menos aún se detenga a hablar con ningún extraño.
Caperucita sonrió a su madre, buscó su canasta y comenzó su caminata hacia la casa de su abuelita, para lo cual debía atravesar todo el bosque.
Ya a medio camino y de pronto, se le apareció un lobo que le preguntó adónde iba. Ella amablemente le respondió que iba a visitar a su abuelita que se encontraba enferma y le llevaba unos dulces para alegrarla. Caperucita nunca antes había visto un lobo y por eso no sabía lo peligroso que era.
El lobo, muy astuto, se las ingenió para sacarle información a la niña sobre dónde vivía su abuelita y trazó su plan pensando que ellas dos serían suficiente comida para él.
Se despidió de Caperucita y marchó apresuradamente hacia la casa de la abuela.
Mientras tanto la niña recogió unas flores que pensó le iban a gustar mucho a su abuelita.
Al llegar a la casa de la abuela, el lobo tocó a la puerta diciendo que era Caperucita, simulando su voz.
La abuelita se puso contenta y le dijo que entrara. Y así, el lobo entró y de un salto se abalanzó sobre ella que estaba en la cama y de un bocado se la tragó.
Se puso las ropas de la anciana y se acostó en la cama esperando la llegada de Caperucita.
Al rato llegó la niña y al ver a su abuelita de forma muy extraña se sorprendió y le preguntó:
-Abuelita, qué orejas tan grandes tienes.
-Son para oírte mejor, respondió el lobo.
-Qué ojos tan grande tienes.
-Son para verte mejor.
-Qué boca tan grande tienes.
-Son para comerte mejor!!!
Y así el lobo, otra vez de un bocado, se tragó a Caperucita.
De tanto comer, el malvado lobo, sintió mucho sueño y se quedó dormido. En ese momento pasaba por delante de la casa un buen y valiente cazador al que le llamó la atención lo fuerte que eran los ronquidos que venían del interior de la casa, sospechando algo raro ya que conocía a la abuelita y no creía que fuera ella quien roncaba.
Sigilosamente entró a la casa y allí se encontró con el lobo dormido en la cama y al que hacía mucho tiempo venía persiguiendo.
Al verle la panza tan grande se imaginó lo que había ocurrido, tomó su cuchillo y abrió la barriga del lobo, rescatanto al instante tanto a la anciana como a Caperucita que por suerte estaban sanas y salvas.
El cazador quiso dar un escarmiento al lobo para que no volviera a hacerle daño a nadie y llenó de piedras su panza y lo tiró a un pozo, donde el lobo murió.
Agradecieron al cazador por haberlas salvado y lo despidieron.
Contentas estaban la niña y su abuela después del susto que habían pasado. Caperucita se acordó de la recomendación de su mamá de no hablar con extraños. Se arrepintió de no haberle hecho caso y aseguró que nunca más iba a desoir los consejos que le diera.
Festejó con su abuelita comiendo las galletas que había llevado.
Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado
No hay comentarios:
Publicar un comentario