El Traje Nuevo del Emperador (versión clásica en prosa)


Había una vez un rey que era muy vanidoso y siempre se vestía muy elegantemente, para lo cual gastaba muchísimo dinero de los impuestos en trajes suntuosos.

Se cambiaba de ropa a cada rato y no paraba de mirarse en el espejo, así de vanidoso era que no le importaba hacer ninguna otra cosa.

Todos en el reino sabían de esta costumbre del rey. Y esto llegó a oídos de dos ladrones que vieron la oportunidad de aprovecharse y estafar al rey, seguros que les pagaría una fortuna si ellos se hacían pasar por sastres. Y así se anunciaron, como sastres que venían desde muy lejos y traían finísimas telas para que luciera el rey.

Entusiasmado por lo que le decían estos dos embaucadores, el rey les pidió que le mostrasen las telas, pero el rey no conseguía verlas.

Uno de ellos le dijo:

-Majestad, estas telas son especiales y sólo logran verlas las personas sabias.

Entonces el rey, a pesar de no ver nada, exclamó:

-Qué telas hermosas, quiero que me hagan un traje con ellas!!!

-Sin embargo Majestad, estas telas son muy caras, respondió el malhechor.

-No me importa cuánto cueste, aquí tienen el pago!!! Y les dió un montón de monedas de oro.

Los estafadores se retiraron hacia una habitación del palacio, haciendo creer que allí coserían el traje para el rey. De esta manera nadie los vería y podrían fingir que estaban cosiendo, mientras a puertas cerradas se reían y celebraban el engaño y la fortuna que el rey les había entregado.

Por la noche, los estafadores dejaron la luz prendida para hacer creer que era tanta su responsabilidad que preferían no descansar para poder terminar cuanto antes el traje del rey.

A la mañana siguiente el rey se levantó muy temprano ansioso por ver su traje terminado.



-Su traje ha quedado maravilloso, Majestad!!! dijo el falso sastre.

-mmm si, si!!! contestó el rey sin ver nada, pero quería que todos pensaran que si lo veía era por ser sabio.

-Vamos a probárselo a ver si le queda bien o hay que hacerle algunos ajustes, le dijeron.

Y el rey así lo hizo, incluso llegó a decirle a su mayordomo que por torpeza estaba pisando su traje.



Los dos estafadores no tardaron en llenarlo de elogios al rey diciéndole lo bien que le quedaba aquel traje.

El muy vanidoso rey quiso que todos pudieran apreciar su elegancia y decidió recorrer toda la comarca para que sus súbditos pudieran apreciar su nuevo traje.

El pueblo miraba confundido e impresionado al rey pero nadie se animaba a decir nada. Hasta que, entre la multitud, apareció un niño gritando:



-El rey está desnudo!!!

Así el rey pudo entender por las palabras inocentes del niño y las risas del pueblo que lo habían engañado por ser soberbio, vanidoso y egoísta.

Y COLORÍN COLORADO

este cuento ha terminado.

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