Había una vez en una mañana soleada, hace mucho tiempo, un sastrecillo que trabajaba en su taller con mucho ánimo, cuando escuchó por la calle a una vendedora ambulante que estaba ofreciendo mermelada. No se lo pensó ni un sólo minuto, y fue corriendo a comprar un poco y se preparó algunos panes rellenos de aquella rica mermelada.
Al mismo tiempo que comía el pan trabajaba y, las moscas, sedicidas por el olor dulce, se lanzaron todas juntas a comer su mermelada. Cuando el sastrecillo se dio cuenta golpeó con fuerza la mesa para ahuyentarlas, pero había tantas que terminó por matar a siete moscas de una vez antes de que todas las demás huyeran. Sorprendido por su fuerza, el sastrecillo pensó que era muy valiente y quiso contárselo a todo el mundo.
En su cinturón bordó la frase "siete de un golpe", y muy orgulloso salió a recorrer el país. En lo alto de una montaña un gigante leyó lo que decía el cinturón del sastrecillo y, como no creía que fuese cierto, retó al sastrecillo a pasar la noche en su cueva. El sastrecillo aceptó sin dudarlo, convencido de su capacidad para protegerse del gigante.
Ya en la cueva el gigante le ofreció una cama enorme, pero el sastrecillo decidió mejor dormir en una esquina acurrucado debajo de algunas sábanas. Sospechando que su invitado ya estaba dormido, el gigante se acercó de puntillas con un gran palo y golpeó las sábanas en las que dormía el sastrecillo con fuerza antes de irse a dormir.
Pero, al despertar en la mañana, el sastrecillo estaba ahí sano y salvo. Menudo fue el susto que se llevó el gigante al verlo y decidió que lo mejor era huir para siempre, antes de que el hombrecillo le hiciese algo en represalia.
El sastrecillo continúo su viaje sin prestar mucha atención y, al llegar frente al palacio del rey, quiso tomar una siesta para descansar de la larga caminata. La gente que pasaba lo miraba con curiosidad y todos leían lo que decía el cinturón bordado.
Fue así como llegaron al Rey los rumores de que un valiente guerrero estaba a las puertas del castillo, sin embargo, el gobernante no quiso creer tan fácilmente aquellos chismes, así que quiso poner a prueba al sastrecillo.
-Mi reino es asolado por dos terribles gigantes, si eres tan increíble como dicen los rumores, te encomiendo la misión de ir al bosque y acabar con esos crueles gigantes. Tendrás como recompensa la mitad de mi reino, le dijo el rey al sastrecillo.
El sastrecillo aceptó inmediatamente y fue en busca de aquellos terribles gigantes. Al llegar al bosque se los encontró a ambos a la hora de siesta y, enseguida preparó un plan. Se subió a un árbol con los bolsillos llenos de piedras. Ya en la cima, se puso a lanzarlas, sobresaltando a los gigantes.
-Por qué me pegas? preguntó uno de los gigantes al otro.
-Has sido tú el que me has pegado, le contestó el otro gigante.
Y así fue como se pusieron a pelear ferozmente entre ellos, destruyendo el bosque a su paso. Fue una pelea tan terrible que ambos gigantes terminaron por morir de cansancio y calor en aquel mismo lugar, por lo que el sastrecillo regresó triunfante al castillo.
Ante esta muestra de fuerza y valor, el rey tuvo que admitir que el hombre era increíble, por lo que compartió todo su reino con él y tuvo la fortuna de casarse con su hija, que creía que el sastrecillo era un caballero fuerte y valiente.
Sin embargo, grande fue la sorpresa de la princesa cuando escuchó una noche hablar dormido a su esposo el sastrecillo, dictando órdenes de costura sin parar.
Indignada al descubrir que no era en realidad un caballero, fue corriendo hasta su padre para pedir que lo echase de la corte. El monarca, queriendo presenciar por sí mismo aquello, pidió a la princesa que dejara abierta la puerta para oír al sastrecillo hablar dormido y así revelar su farsa.
Pero el sastrecillo escuchó el plan, y esa misma noche fingió dormirse pronto. Cuando la princesa abrió la puerta con sigilo, el sastrecillo se puso a gritar:
-Acaba el jubón y la costura de los pantalones!!! No quieras despertar mi ira, yo acabé con siete de un golpe y los dos terribles gigantes del bosque, decía haciendo creer que estaba hablando dormido.
Y tras aquellas palabras la princesa y el rey se quedaron conformes, y nadie volvió a cuestionar al sastrecillo ni a enfrentarse a él, sino todo lo contrario.
Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado
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