Juan Sin Miedo (versión clásica en prosa)


Había una vez en una aldea pequeña, un hombre muy mayor que tenía dos hijos que vivían con él.

El mayor de los dos hijos era muy trabajador, lo que hacía que el padre se sientiera muy orgulloso.

En cambio, el menor de los hijos sólo le daba disgustos a su padre.

Un día el padre tuvo una conversación con su hijo menor en la que le decía que por ser muy viejo no iba a vivir muchos años más y estaba preocupado por lo qué sería de su hijo cuando él faltara.

Juan le contestó que no se preocupara, que él no conocía el miedo como las demás personas y que le gustaría conocerlo.

Muy molesto el padre viendo que su hijo no tomaba las cosas con seriedad, le dijo:

-Si crees que eso será suficiente para tu futuro, pues ve a buscar el miedo y conocerlo!!!

Entonces Juan se despidió de su padre y de su hermano, tomó unas pocas cosas para el viaje y partió.

En medio del camino, Juan se cruzó con un sacristán y lo saludó amablemente:

-Hola, soy Juan sin miedo.

-Qué raro es tu nombre, le contestó el sacristán.

-Sería usted tan amable de enseñarme lo que es el miedo? le preguntó Juan al sacristán. Nunca tuve miedo y emprendí este camino para encontrarlo y conocerlo, le explicó Juan.

-Puedo ayudarte con eso, ya que cuenta la leyenda que detrás del valle hay un castillo que está dominado por un malvado mago y el pobre rey que se encuentra prisionero ofrece una gran recompensa al valiente que se enfrente al mago y lo eche del castillo. Hasta ahora nadie pudo lograrlo, todos los que lo intentaron fracasaron. Tal vez allí tú puedas encontrarte con el miedo, le dijo.

Ante estas palabras Juan se decidió y se encaminó en dirección del castillo. Al llegar, se presentó ante los guardias del palacio y pidió hablar con el rey.

Fue acompañado ante la presencia del monarca, quien se puso contento de que apareciera un nuevo interesado en solucionar el problema que tanto lo angustiaba y le dijo:

-Te daré todo el oro de mi reino si pasas tres noches aquí y liberas mi castillo de la maldad del mago.

-De acuerdo, lo haré, dijo Juan, ya que mi intención es conocer el miedo.

En su primera noche, Juan sin miedo estaba durmiendo y un alarido tenebroso lo despertó.

Lejos de asustarse le reclamó: -Quién eres que te atreves a despertarme? Y se burló del fantasma que continuaba con sus alaridos, pero al ver que Juan no se espantaba se fue.


En su segunda noche nuevamente escuchó alaridos y vió a un fantasma que tenía atada su cola a una cadena y simplemente cortó la cadena y el fantasma desapareció inmediatamente como por arte de magia.



Ya en su tercera y última noche, de acuerdo a lo convenido con el rey, Juan sin miedo despertó por los ruidos que causaba una momia espeluznante.

-Porqué te atreves a interrumpir mi descanso le dijo Juan.

La momia no contestó nada y entonces Juan le quitó la venda y vió que era el malvado mago.



El mago, viéndose derrotado por Juan sin miedo, le dijo:

-Mi magia no tiene efecto sobre ti. Liberaré al castillo del maleficio si me dejas escapar.

Y así fue como Juan sin miedo liberó al castillo y provocó la alegría no sólo del rey sino de toda la comarca.

El rey le agradeció, lo felicitó, le pagó la recompensa y lo invitó a vivir en el castillo. Juan aceptó y se quedó a vivir allí muy seguro de que nunca conocería el miedo.


Pero un día, una de las hijas del rey estaba ordenando los aposentos de Juan y sin querer hizo caer una pecera con pececillos sobre su cama.

Y fue allí cuando Juan, espantado, gritó: Qué miedo!!!

Y de esta manera, por fin, Juan conoció el miedo. Bastaron unos pequeños pececillos de colores para atemorizarlo.

La princesa, testigo de lo ocurrido, guardó el secreto para que todo el mundo siguiera nombrando a aquel hombre como Juan Sin Miedo.

Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado.

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