Hansel y Gretel (versión clásica en prosa)


Había una vez una pequeña y pobre casita ubicada cerca de un hermoso bosque, muy grande y muy profundo. En esa casita vivía un matrimonio de leñadores con sus dos hijos, una niña y un niño, llamados Hansel y Gretel.

Todas las mañanas muy temprano, la familia se ponía en marcha para trabajar, y todos sin excepción colaboraban con algo.
-Buenos días, querida familia. Hoy tengo mucha leña que cortar, así que me voy sin más demora, dijo el padre.

-Yo he pensado hacerles un delicioso pastel de fresas para la merienda. Hijos míos, por favor, les pido que me traigan las mejores fresas que puedan encontrar, dijo la madre de los pequeños niños.

-Te traeremos las mejores que encontremos!!! dijeron los hermanos a coro muy contentos.

Después de desayunar, los niños tomaron una cestita de la despensa y se dirigieron al bosque en busca de las fresas más frescas, jugando y cantando sin cesar por el camino.
-Hansel, tráeme esa fresa que hay ahí tan roja, tengo tantas ganas de comerme el pastel que nos hará mamá!!! dijo Gretel saboreando ya casi la tarta en su paladar.



Los hermanos continuaron el camino, pero tan distraídos iban con sus canciones y juegos, que no se dieron cuenta de que cada vez se adentraban más en el profundo y peligroso bosque.

Hasta que de pronto, y después de mucho caminar, dieron con un claro en el camino sobre el cual se podìa ver una asombrosa casita que estaba recubierta de caramelos de mil colores.

-Hola niños, les gusta mi casa? Entonces pasen, pasen, que deben estar cansados y adentro de mi casita hay muchas sorpresas!!! dijo una malvada bruja que les había visto aproximarse desde las profundidades del bosque.


Los niños, inocentes como eran, pasaron ilusionados y la bruja comenzó a enseñarles su casa. Sin embargo, por dentro no tenía ni tanto color como por fuera, ni tanto dulce. La malvada anciana los condujo hasta una habitación sin ventanas que se encontraba al fondo de la casa y cuya puerta era una extraña verja.
-Estos barrotes son de chocolate? dijo el inocente Hansel esperando que la malvada anciana le diera por fin las golosinas.

-Entren y lo verán!!! contestó la bruja mientras se sonreía con mucha malicia.

Los niños entraron confiados al escucharla y, una vez adentro, la anciana cerró la puerta de golpe.

-Ja, ja, ja!!! Si les gusta el chocolate tendrán que olvidarse de él porque en esta casa no hay nada de chocolate. Además, nunca podrán salir de aquí, serán mis prisioneros!!!, exclamó la bruja malvada. Yo prefiero los guisos!!!


Hansel y Grettel comenzaron a llorar desconsoladamente por lo que les estaba pasando. Mientras la bruja les ofrecía todo tipo de comidas, en especial pollo, para que engordaran.

Gretel, que era la hermana mayor, pronto se dio cuenta de las terribles intenciones de aquella bruja, anciana, flaca y sucia, y concibió un plan con su hermano Hansel.


-Todos los días, cuando la bruja venga a traernos comida, deberás sacar esta pata de pollo seca en lugar de mostrarle el brazo, para que vea que seguimos muy flacos y no quiera comernos, explicó Grettel a su hermano pequeño Hansel.

Y así lo hicieron varios días, hasta que la anciana se cansó de esperar a que engordaran.
-Condenados niños!!! Ahora mismo pondré el caldo a calentar y tú me ayudarás a preparar la olla, Gretel, dijo la bruja.

Ambas se dispusieron a preparar agua en un gran caldero y lo pusieron sobre el fuego. Entonces Gretel comenzó a llevar adelante el plan.
-Señora, mire si está bien de sal el agua, le dijo Gretel.

La anciana se acercó al gran caldero de agua hirviendo y metió tanto la cabeza para mirar que se cayó adentro.

-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Socorro! ¡Ay! ¡Socorro!, soy una pobre vieja. ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Ayudenme niños que me estoy quemando, gritaba la malvada bruja desconsolada.


Gretel, al ver que era el momento oportuno para escapar, liberó a su hermano del encierro. Tomó un montón de dulces que la bruja guardaba bajo llave y volvieron a su casa atravesando el bosque sin fresas, pero cargados de deliciosos turrones y chocolates.

Sus padres, que habían estado buscándoles por todas partes, no podían creer que sus hijos hubieran encontrado el camino de vuelta y, con lágrimas de alegría en los ojos, abrazaron fuertemente a los pequeños. Fueron felices para siempre desde entonces los cuatro juntos, y lo celebraron con muchos dulces!!!

Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado

No hay comentarios:

Publicar un comentario