El Hombre de Jengibre (versión clásica en prosa)



Había una vez, en una colina rodeada de bosque y un  arroyo, una mujer anciana que vivía en una casita muy antigua. Ésta anciana disfrutaba de hornear galletas y pasteles, porque era muy buena cocinera.

Una Navidad decidió preparar algo especial, una galleta en forma de hombrecito de jengibre. Le dio esa forma a la masa con mucho cariño, formando la cabeza, el cuerpo, los brazos y las piernas. Después le puso uvas pasas y formó los ojos y la boca. Además puso una fila de esas mismas uvas en el torso para que simularan ser botones. Finalmente, colocó un caramelo en forma de nariz y lo llevó al horno.

Rato después, del horno salía un delicioso aroma que llenó toda la cocina.
La ancianita se sentía orgullosa y se felicitaba a sí misma por lo bien que sabía cocinar.


Más tarde, cuando ese hombre de jengibre ya estuvo dorado y crujiente, la anciana abrió la puerta del horno con mucho cuidado para no quemarse.

Su sorpresa fue enorme cuando comprobó que el hombrecito... había cobrado vida!!! Ni bien la puerta del horno se abrió, saltó del horno y salió corriendo mientras le gritaba a la anciana:
-No me vas a atrapar!!! Soy el hombre de jengibre!!!

Y la mujer asombrada intentó seguirlo, pero el hombrecito era mucho más ágil y rápido que ella.
La rara galleta siguió andando por el prado hasta que se encontró con un pato.

-Qué rico hueles, te quiero comer!!! le dijo el pato.

El hombre de jengibre corrió más veloz aún y, aunque el pato lo empezó a perseguir, el hombrecito pudo escapar. Poco después, al cruzar un huerto, el hombre de jengibre se encontró con un cerdo que al sentir su delicioso olor gritó:

-Qué rico hueles, te quiero comer!!!

Otra vez el hombre de jengibre corrió más rápido que antes para librarse de los mordiscos que el cerdo le quería dar y pudo escapar de nuevo.
Pero más adelante, ya en el bosque, el hombre de jengibre se encontró con un cordero que pastaba tranquilamente y que, al ver al hombrecillo correr y percibir su dulce olor, le dijo:

-Qué rico hueles, te quiero comer!!!

Pero el hombre de jengibre tampoco se detuvo en esta oportunidad, continuando veloz su huida. Y aunque el cordero siguió saltando y saltando detrás de él, el hombre de jengibre se mantuvo a salvo y lo suficientemente lejos como para escapar nuevamente.

Y así fue cómo ni la ancianita, ni el pato, ni el cerdo, ni el cordero, pudieron atrapar al hombre de jengibre, hasta que se topó con un nuevo obstáculo en su camino:

-Ven aquí!!! gritó la ancianita.

-Cuá, cuá!!! graznó el pato.

-Oink, oink!!!  gruñó el cerdo.

-Bee, bee!!! baló el cordero.



Estaban todos juntos y habían conseguido alcanzar finalmente al hombre de jengibre, que aún así se burlaba de sus perseguidores por ser más rápido y ágil que ellos.

Sin embargo, al llegar al río, el hombrecito se encontró con alguien mucho más astuto que todos los demás, un zorro, y al verlo el hombrecito le dijo:

-He huido de una anciana, de un cerdo, de un pato y de un cordero, por lo que tú tampoco podrás alcanzarme!!!

Entonces el zorro, con una sonrisa maliciosa le propuso ayudarlo a cruzar el río, y el hombrecito, necesitando cruzar el río lo más rápido posible aceptó, subiéndose enseguida al lomo del zorro, que cruzó rápidamente hacia la otra orilla.

-Ja, ja, ja!!! No me van a alcanzar, son lentos como un caracol, seguía gritando el hombre de jengibre a la anciana, al pato, al cerdo y al cordero.

-Es verdad, eres muy valiente!!! dijo el zorro, y agregó:
-Por qué no subes a mi cabeza para que puedas burlarte mejor de ellos?



El hombre de jengibre, que se sentía invencible, no sospechó del  peligro de la propuesta del zorro, que parecía muy amable, le hizo caso y se subió a su cabeza. Y, apenas lo hizo, el zorro lanzó al hombre de jengibre al aire y lo atrapó con sus afilados dientes, y se lo comió.

El cerdo, el pato, el cordero y la anciana dieron por terminada la persecución al hombrecito al ver lo que había ocurrido.
La mujer volvió a su casa  y se puso a hornear un pastel de jengibre, ésta vez con forma de pastel.

Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado

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