Había una vez un pastorcito que se llamaba Pedro y que vivía en un pueblito muy cerca de las montañas. Su trabajo era llevar a sus ovejas todos los días a pastar, desde que salía el sol hasta la tarde antes que oscureciera.
Durante su jornada de trabajo el tiempo pasaba demasiado lento para Pedro y el pastorcito se la pasaba pensando y pensando en alguna forma de divertirse.
Un día, mientras estaba recostado a la sombra de un árbol, al pastorcito se le ocurrió lo que para él era una gran idea y que consistía en divertirse a costa de todos los habitantes del pueblo.
-Qué gran idea se me ocurrió!!! se dijo.
Decidido a poner en marcha su plan, Pedro fue corriendo al pueblo, gritando:
-Ayuda, ayuda!!! Un lobo se está comiendo a mis ovejas!!! Ayuda, ayuda!!!
Los habitantes del pueblo, ni bien escucharon la voz desesperada del pastorcito, tomaron unos palos para hacer frente al lobo y se fueron corriendo hasta el prado donde estaban las ovejas. Pero, al llegar, se encontraron con que no había ningún lobo. Comprobaron que Pedro les había mentido y para peor, se estaba riendo a carcajadas de ellos.
Al sentirse burlados por el muchacho, los habitantes del pueblo volvieron a sus tareas habituales, intentando olvidar el mal momento vivido.
Pero esa broma le hizo mucha gracia a Pedro el pastorcito, tanto, que la repitió al día siguiente.
-Ayuda, ayuda!!! Un lobo se está comiendo a mis ovejas!!! Ayuda, ayuda!!!
Gritaba el pastorcito con tanta desesperación que los habitantes del pueblo pensaron que ésta vez era cierto.
Tomaron de nuevo sus palos y salieron, con mucho valor, a enfrentarse al lobo que quería comerse a las ovejas del pastorcito.
Pero cuando llegaron se encontraron con que no había ningún lobo y que las ovejas pastaban en paz, mientras se escuchaba detrás de ellos una nueva y larga carcajada de Pedro.
Sin embargo, a diferencia de la primera vez, en esta ocasión los campesinos se molestaron muchísimo con la actitud de Pedro. Mientras el muchacho reía, ellos juraron no volver a prestar atención a ninguna cosa que dijera el pastorcito, ya que no querían volver a pasar por una humillación como aquella.
Pero al día siguiente ocurrió algo inesperado: mientras Pedro se encontraba vigilando sus ovejas, un lobo se abalanzaba sobre una de ellas, y se la estaba comiendo. Pedro no lo podía creer.
-Voy a ir corriendo a buscar ayuda en el pueblo!!! exclamó muy asustado.
Y fue corriendo hacia el pueblo, donde se encontraban todos los habitantes reunidos ya que era la hora del almuerzo. Y escucharon a Pedro gritar:
-Ayuda, ayuda!!! Un lobo se está comiendo a mis ovejas!!! Ayuda, ayuda!!!
Pero los hombres no prestaron atención a la ayuda que Pedro pedía y continuaron disfrutando de su almuerzo.
Y nuevamente Pedro insistió:
-Ayuda, ayuda!!! Un lobo se está comiendo a mis ovejas!!! Ayuda, ayuda!!!
Todos hacían como si no lo escucharan y, de esa forma, Pedro el pastorcito se dio cuenta de que los habitantes del pueblo no lo iban a ayudar esta vez, por culpa de haberles mentido, burlándose de ellos en las anteriores ocasiones.
Tristemente, Pedro volvió donde estaba su rebaño quedándole solamente ver cómo el lobo se comía a sus ovejas hasta quedar saciado, y se arrepintió sinceramente de su comportamiento.
Por eso esta historia deja como moraleja aprender a no decir mentiras, sobre todo si es a expensas de los demás, porque cuando necesitemos ayuda y digamos la verdad, a lo mejor pasa que no nos van a creer, como le sucedió a Pedro el pastorcito.
Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado
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