El Congreso de los Ratones (versión clásica en prosa)



Había una vez una casa grande y antigua, en cuya despensa, muchos, muchos ratones, vivían felices y contentos y sin ninguna preocupación.

Para mala suerte de dichos ratones, un muy famoso gato llamado Bigotes llegó a la casa. Era famoso por sus grandes habilidades para zazar ratones y apenas entró a la casa, comenzó a oler por todos lados.



El gato Bigotes se había propuesto exterminar a todos los ratones que habitaban en su nueva casa, por lo que trabajaba día y noche de forma incansable. Mientras tanto, los pobres ratones debían mantenerse escondidos si no querían que Bigotes los atrapara, lo que hizo que les resultara muy difícil procurarse sus alimentos.

Y aunque intentaban mantenerse escondidos de todas las maneras posibles, el gato siempre los terminaba encontrándolos y comiéndoselos. La situación de los ratones era muy complicada y así no podían seguir viviendo. Algo tenían que hacer.

Un día, cuando Bigotes fue a visitar a su novia que se llamaba Sasha, la que vivía en la casa de al lado, los ratones decidieron hacer una reunión para discutir el problema, y así, entre todos, poder encontrar una solución, estaban haciendo un congreso de ratones.

De uno en uno todos los ratones fueron tomando la palabra, haciendo mención al sufrimiento que venían padeciendo desde la llegada del gato, pero ninguno de ellos encontraba la solución al problema que los aquejaba.


La discusión se hacía larga y parecía que no iba a terminar nunca, hasta que un ratoncito que todavía no había hablado, pidió la palabra y se dirigió al congreso diciendo:

-Querido congreso de ratones, llevamos ya un buen tiempo discutiendo todo el daño que el gato Bigotes nos está haciendo. Todos estamos de acuerdo con que la situación es insostenible, pero es momento de dejar de quejarnos y de comenzar a actuar. Yo tengo una propuesta que nos ayudará a superar este gran problema.

Al escuchar al ratoncito hablar con tanta seguridad, los demás ratones del congreso prestaron mucha atención a lo que estaba diciendo.

-Hasta ahora no hemos podido escapar del gato, porque es un cazador experto y tan silencioso que no lo escuchamos hasta que está sobre nosotros. Propongo colocarle un cascabel al gato, de manera que emita un sonido scada vez que se mueva, y así saber dónde está y poder escapar antes de que él nos atrape.

La propuesta fue recibida con gran algarabía por el congreso.
-Es una  gran idea!!! Eso es lo que tenemos que hacer!!! Por qué no se nos ocurrió antes!!! decían los ratones.


-Pero hay un problema agregó el ratoncito, necesitamos un voluntario para que le ponga el cascabel al gato.

Y repentinamente, la emoción de los ratones desapareció.
-Yo no puedo hacerlo, estoy muy viejo dijo uno de ellos.

-Yo tampoco puedo hacerlo, soy muy débil!! —dijo otro.

-Yo tampoco puedo hacerlo, soy muy miedoso!!! dijo otro.



Y así, uno a uno, los ratones fueron dando una excusa tras otra excusa para no ponerle el cascabel al gato.

Y como ninguno dijo estar en condiciones de poner en práctica la única solución que se había presentado en el congreso, este terminó por disolverse y el gato Bigotes volvió a la casa y continuó con total normalidad sus actividades.

Ni siquiera el ratoncito que había tenido la gran idea había sido capaz de ofrecerse como voluntario para ponerle el cascabel al gato.
Esto nos deja de enseñanza que del dicho al hecho hay un buen trecho y que no solo vale en la vida tener ideas, sino que llevarlas a cabo es lo verdaderamente fundamental.

Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado

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