Había una vez una joven que era muy pobre y su padre, que hacía un tiempo se había muerto, se había casado por segunda vez con una mujer muy mala que tenía dos hijas de la misma edad de la joven y eran muy caprichosas, envidiosas y maleducadas.
Aquella madre y sus hijas trataban mal a la joven huérfana. La obligaban a realizar todas las tareas de la casa, y le daban para que se vistiera puros andrajos, mientras ellas se vestían con los mejores y más caros vestidos y usaban también los mejores perfumes.
A CENICIENTA, que así llamaban a la joven huérfana por el color de su piel cubierto de las cenizas que a diario barría junto a la chimenea, tanto su madrastra como sus dos hermanastras la envidiaban muchísimo por lo hermosa que era, a diferencia de ellas.
Tanto la envidiaban que decidieron burlarse una vez más de ella, con motivo del baile que el príncipe de aquel lugar pensaba organizar para buscar esposa. CENICIENTA se había ilusionado mucho con la noticia de aquel baile, pensando que aunque sea al menos por un día, podía dejar de barrer y se iba a poder vestir con mucha elegancia.
Pero ese no era el plan que su madrastra tenía pensado para ella. Aquella egoísta y cruel mujer, que había visto en la fiesta la ocasión perfecta para casar a una de sus hijas y emparentarse con la mismísima realeza, tomó la decisión de prohibir a CENICIENTA que asista a ese baile.
Consiguió la madrastra buenos y caros vestidos para sus hijas y ellas los presumían delante de una desconsolada CENICIENTA.
Cuando llegó el día del baile, CENICIENTA miraba deslumbrada los preciosos vestidos de sus hermanastras mientras las estaba peinando.
CENICIENTA, sollozando, pensaba lo desafortunada que era, mientras veía a la madrastra y a sus hijas partir en el carruaje hacia el baile del príncipe.
De pronto, una luz muy brillante se apareció en el fondo de la chimenea que se encontraba apagada. Se escuchó una voz muy suave y cálida que provenía de allí diciéndole: -Niña, no llores más.
CENICIENTA al levantar su cabeza, pudo ver a un hada que le sonreía con mucha ternura y cariño.
-Ya que has sido una joven tan buena, te concederé el deseo de ir al baile del príncipe.
-Pero yo no tengo ni el vestido ni el calzado adecuados para asistir, solo tengo ropas harapientas para limpiar la casa, le contestó la joven triste y desolada.
Entonces el hada llevó a CENICIENTA hasta el jardín y, de la nada, apareció una enorme calabaza.
-Ven, apúrate, tu carruaje te espera, dijo el hada.
-Mi carruaje? Pero si es solo una calabaza!!! contestó CENICIENTA.
Y de pronto, al tocar el hada con su varita mágica la gran calabaza ésta se convirtió en un hermoso carruaje, y CENICIENTA pasó de estar vestida con ropas humildes y estropeadas, a lucir el vestido más brillante y hermoso que jamás se había visto.
-Anda, mi querida niña, pero antes de que den las doce, deberás estar de vuelta en casa, dijo el hada a CENICIENTA, mientras le ponía unos hermosos y brillantes zapatos de cristal.
Cuando la joven llegó al palacio, deslumbrados quedaron todos los asistentes que habían acudido a la fiesta. Tan preciosa y cambiada estaba, que ni su madrastra, ni sus hermanastras, reconocieron bajo ese hermoso vestido a la humilde joven, que disfrutó y bailó como nunca lo había hecho junto al príncipe, a quien no le había pasado desapercibida la presencia de la joven que irradiaba tanta felicidad.
Las horas que transcurrieron se le hicieron segundos a CENICIENTA, y el reloj marcó las doce en el salón de baile.
Se acordó de lo que le dijo el hada y rápidamente dejó el lugar, sin despedirse del príncipe y, en su apuro, perdió un zapato en las escaleras del palacio.
El príncipe encontró el zapato de cristal y decidió al día siguiente buscarla, probando el zapato que tenía a cada una de las mujeres jóvenes de la ciudad.
La última casa que le faltaba revisar era la de CENICIENTA. Primero se probaron el zapato las hermanastras y finalmente lo hizo la joven y por supuesto, le quedaba perfecto.
Así fue como el príncipe le propuso matrimonio a CENICIENTA y ella pudo abandonar la casa donde tanto había sufrido y comenzó a ser feliz y querida por el príncipe para siempre.
Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado
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