Alicia en el pais de las maravillas (versión clásica en prosa)

Había una vez una niña que se llamaba Alicia. Un día sentada en el jardín de su casa, bajo la sombra de un árbol, acariciando con dulzura a su gata Diana, Alicia dijo:
-Si yo tuviera mi propio mundo, los animales y las flores hablarían, y nada sería absurdo.


Así reflexionaba Alicia y por ello no se extrañó cuando un conejo blanco le pasó por delante. Este Conejo, sacando un reloj de su bolsillo, miró la hora y echó a correr diciendo:
-Voy a llegar tarde!!!
-Adónde va, señor Conejo? preguntó Alicia.


El conejo, muy apurado, le respondió:
-Tengo prisa!!!

Corriendo, el Conejo se metió en un tronco de un árbol hueco y desapareció. Entonces, Alicia sintió curiosidad por saber adónde se dirigía.
Aquello, sin duda, era realmente extraño.
Un conejo que hablaba y usaba reloj!!!
Alicia nunca había visto algo así antes y, por ello, quiso descubrir qué significaba. Miró por el agujero del árbol y, viendo que era grande, decidió seguir al Conejo. Entró en el hueco y algo extraño sucedió.

Alicia empezó a caer por un pozo muy raro, con las paredes revestidas de armarios con vajillas, libros, lámparas y jarrones de flores. Alicia caía y caía sin rumbo, y cuando ya se había acostumbrado a caer y pensaba que iba a salir por el otro lado de la Tierra, llegó al suelo.

De pronto, se encontró en una sala donde había una puerta pequeña por la que estaba saliendo el Conejo, siempre diciendo que era tarde. Una vez cerrada la puerta por el Conejo, Alicia intentó abrirla, cuando el picaporte exclamó:
-Cuidado, me estás apretando la nariz!!!


Alicia quería pasar por la puerta pero por su tamaño no podía. El picaporte le indicó que bebiera del contenido de un frasco para reducir su tamaño y, haciéndose pequeñita iba a poder pasar por la puerta.

Sin embargo, se hizo tan pequeña que no alcanzaba a girar la llave. Entonces el picaporte le hizo comer una galleta que la hizo crecer tanto que se convirtió en un gigante, por lo que de nuevo tuvo que beber del frasquito hasta lograr el tamaño justo para poder atravesar la puerta.

Cuando pasó al otro lado de la puerta encontró un montón de animalitos que estaban nadando en el río de lágrimas que ella había derramado al intentar infructuosamente reducir su tamaño.

Entre esos animalitos, Alicia volvió a ver al Conejo que todo el tiempo miraba su reloj repitiendo que era tarde y éste le dijo a la niña:
-Qué haces aquí Ana María? Anda a buscar mis guantes y mi abanico que los dejé en mi casa.

-No me llamo Ana María, mi nombre es Alicia, le dijo.
-Me da igual cómo te llames, sólo quiero que busques lo que te pido pues no quiero llegar tarde!!! respondió molesto el Conejo.

En dirección a la casa del Conejo para buscar lo que él le había pedido, Alicia se cruzó con el Gato de Cheshire que no paraba de dar risotadas y desorientada como estaba sobre el camino que debía seguir le preguntó hacia dónde tenía que dirigirse.

El Gato le dijo:
-Si vas a la derecha encontrarás la casa del Sombrerero y si vas hacia la izquierda la casa de la Liebre y soltando una nueva carcajada se fue.

Un rato más tarde volvió a aparecer pero sólo su cabeza y le dijo a Alicia que si ella iba a ir a jugar con la reina él también iría.


Siguió su camino Alicia y se encontró con la Liebre y el Sombrerero que estaban tomando un té con el Lirón que dormía dentro de la tetera. Curiosamente festejaban que no era el cumpleaños de nadie.
Alicia se vió tentada a soplar la vela que esta en el pastel y cuando lo hizo, el pastel estornudó.



Viendo que allí todos estaban locos, Alicia decidió volver a su casa y se encaminó hacia el bosque donde se cruzó con dos hombrecillos muy gordos y tan inmóviles que parecían muertos. Eran Ran Patachunta y Patachú, quienes, al preguntarles Alicia porqué el cuervo era tan negro, le respondieron que eso era un secreto.

Tras un rato volvió a aparecer el Gato de Cheshire quien se dirigió hacia el Grifo para que éste le indique a Alicia el camino a seguir.
La llevó al jardín de la reina donde estaban los jardineros pintando de rojo las rosas y a Alicia eso le pareció tan raro que preguntó porqué hacían eso.

Y la respuesta que le dieron fue que por error habían plantado rosas blancas y debían ser rojas.
Sonaron clarines y apareció la Reina de Corazones, a quien no había que molestar, según le habían advertido a Alicia.
Delante del cortejo de la Reina estaba el Conejo y era por eso que estaba tan apurado, pues no podía llegar tarde para no disgustar a la reina.


La reina le preguntó a Alicia quien era y la joven le explicó que estaba tratando de encontrar el camino de regreso a su casa.
-Entonces tu no eres de corazones, ni de oros, ni de espadas ni de copas, le dijo la Reina ofuscada. Por ello serás juzgada como intrusa!!!


El Conejo acusó a Alicia de hacer enojar a la Reina, por lo cual iba a ser sometida a juicio, poniendo a la Liebre y a Lirón de testigos en su contra.
Alicia, ya cansada de tantas locuras, exclamó:
-No les tengo miedo, son sólo naipes, me voy a mi casa que ya es tarde!!!
En ese preciso momento, Alicia escuchó el maullido de Diana, despertó y se dió cuenta que todo había sido un extraño sueño.

Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado

No hay comentarios:

Publicar un comentario