Había una vez hace mucho tiempo atrás, un pueblo muy lindo llamado Hamelín, donde sus pobladores se encontraron que había sucedido algo muy extraño una mañana al despertarse.
Cuando salieron de sus casas para iniciar la actividad del día vieron con asombro que las calles estaban invadidas por ratones. Cientos y cientos de ratones.
Los combatieron de distintas formas, pero ninguna dió resultado. Estaban desesperados.
No sabiendo qué hacer para resolver el problema, el Alcalde de Hamelín convocó a una reunión de vecinos para tratar el tema y ver si a alguien se le ocurría una solución.
Hasta que al Alcalde se le ocurrió ofrecer una suculenta recompensa a quien resolviera el problema y eliminara a los ratones de la ciudad.
A todos les pareció una idea muy buena y comenzaron a correr la voz con la esperanza que llegara a oídos de un interesado que fuera capaz de resolver el problema.
Pasaron unos días y ante el Alcalde se presentó un hombre joven, vestido de negro, que llevaba consigo una flauta. Y le aseguró que esa misma noche eliminaría por completo los ratones de Hamelín.
El Alcalde, radiante de felicidad le dijo:
-Si lo haces te daré 100 monedas de oro!!!
El flautista, convencido que eliminaría a los ratones esa misma noche, pensaba en qué gastaría esas monedas de oro.
Así, tomo su flauta y empezó a tocar mientras caminaba en dirección a la salida del pueblo.
Su música era tan armoniosa que los ratones comenzaron a seguirlo y, poco a poco, fueron saliendo de la ciudad, siempre detrás del flautista.
Los pobladores miraban asombrados ese desfile interminable de ratones detrás del flautista alejándose de la ciudad en dirección al río.
Ya en el río, el flautista lo cruzó sin ninguna dificultad mientras continuaba tocando su flauta.
Pero los ratones no lo pudieron hacer sino que fueron arrastrados por la corriente y así, el flautista remedió el problema eliminando hasta el último ratón que había en el pueblo.
Hubo una gran fiesta en el pueblo donde todos reían y bailaban de felicidad al haber quedado resuelto el problema y volvieron a la normalidad de sus vidas.
El flautista entonces, se presentó ante al Alcalde a pedir su recompensa, pero se encontró con una sorpresa:
El Alcalde no era una persona honesta y al ver que ya se había solucionado el problema y no quedaba un sólo ratón en el pueblo, se negó a pagarle al flautista y lo echó del pueblo.
Frente a tal engaño, el flautista decidió vengarse. Tomó su flauta y comenzó a tocar una música mucho más armoniosa que la anterior y esta vez quienes lo comenzaron a seguir, como antes lo hicieron los ratones, fueron los niños de Hamelín, que salían de la escuela o de sus casas atraídos por la música mágica de este flautista tan extraño.
Poco más tarde, llegaron en su recorrido a una montaña que en su interior estaba llena de juegos y golosinas. Atraídos por esto, los niños entraron a la montaña y cuando entró el último niño, la montaña se cerró dejándolos a todos ellos atrapados adentro.
Sin embargo, había quedado afuera un niño que se había retrasado. Del miedo que tenía de ser descubierto por el flautista, el niño se escondió, y una vez que vió alejarse al flautista, corrió lo más rápido que pudo hacia Hamelín para contarle a la gente lo que había sucedido.
Todos los pobladores fueron a la montaña a rescatar a sus niños pero les resultó imposible lograr que se abriera la montaña y éstos pudieran salir.
Así fue como en Hamelín no hay ratones, pero por culpa del egoísmo y la deshonestidad de su Alcalde, tampoco hay niños que alegren el lugar.
Y COLORÍN COLORADO
este cuento ha terminado
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